lunes, 1 de octubre de 2012

ORACIÓN DEL HARTO

Me tienen harto los  pequebu (pero los pequebu siempre me tuvieron harto)

Me tienen harto los progresistas, que se quedaron sin bandera y agitan cualquier cosa, aunque venga del lado que antes criticaban.

Me tienen harto los chicaneros de lo cotidiano que no aportan mas que chicanas.

Me tienen harto los izquierdoides que mezclan a Lenin con el Dalai Lama. Y también los izquierdosos iluminados cuyas razones están siempre más allá de las razones de los demás.

Me tienen harto los anarquistas de chalet, que tienen auto y cuenta corriente.

Me tienen harto los “independientes” que atacan apuntando para un lado solo.

Me tienen harto los defensores del medio ambiente que se arrancan la ropa por las especies en extinción y no se arrancan nada por la extinción de los desarrapados de siempre.

Me tienen harto los revolucionarios de living, que justifican los monopolios y otras miserables formas de explotación.

Me tienen harto los demócratas que aplauden cuando el Estado reprime.

Me tienen harto los intelectuales a la violeta pero más, los intelectuales que reflexionan de acuerdo a su estado de cuenta bancaria.

Me tienen harto los operadores políticos disfrazados de periodistas.

Me tienen harto los que se cuelgan de los malos presagios con una sonrisa idiota.

Me tienen harto los puristas de cualquier cosa. También los ambidiestros de lo que venga.

Me tienen harto los optimistas de lo que no hay y los pesimistas de todo.

Y me tiene harto esta sensación mía de hartazgo sin final




domingo, 30 de septiembre de 2012

VISITANTES

Cuando al sueño entró Vicente Huidobro, bebimos un líquido celeste y nos emborrachamos hasta el próximo sueño.

Cuando al sueño entró Boris Vian, se originó un lío tremendo. Tuvimos que huir. Nos escondimos dentro de un zapato, pero el zapato hablaba demasiado. No lo toleramos.

Cuando al sueño entró Alexander Pushkin, el sueño tembló todo,
empezó a desmoronarse ¡Y tuve que apagarlo!

Cuando al sueño entró Paul Gauguin, seguido de un coro de isleñas de Papeete, tuve un sinfín de erecciones. Estas muchachas siempre aumentan la temperatura de mis sueños.

 
Cuando al sueño entró August Macke, vestido de beduino, compré un camello y lo seguí. Yo quería ingresar en su otro sueño.

Cuando al sueño entró Isadora Duncan, hicimos el amor, hasta que su culo de fogata se deshizo en baile.

Cuando al sueño entró Sergei Rachmaninof, deslizando una espiga de trigo sobre el teclado de un piano, pude oír su alma. Lloré, es imposible no hacerlo. Lloré como si estuviera delante de mi propia tumba.

Cuado al sueño entró Jean Sibelius, bajé la mirada y me hundí en un profundo silencio. ¡Algunas veces, los milagros, adoptan una figura que asusta!

Cuando al sueño entran las mujeres que amé y no me amaron, les resto importancia, no les tengo la menor consideración.
¡La indiferencia es la linterna del olvidado!

Cuando al sueño entra mi abuelo, lo hace con un niño que lleva entre las manos un escarabajo. Al acercarme, puedo observar nítidamente, que ese escarabajo es el corazón de la poesía


jueves, 27 de septiembre de 2012

CASA DE NÁUFRAGOS

Bienvenidos los que regresan de ahogarse en las altas mareas del abandono y llegan mojados y ateridos e igual cantan. Cantan espléndidos de alcohol.

Bienvenidos los que derrotan a la soledad y sus pujanzas, sus enviones de hojarasca, sus graves ceremonias. Y lo hacen solamente con las amarilluras del ojo y con los destellos de la palabra SOL.

Bienvenidos los que silban cada noche a su estrella elegida, porque ellas vuelven el pico, agitan las dos alas y nos destinan luz, en medio de tanta oscuridad.

Bienvenidos los que, sentados en un bar, inclinan la cabeza, escriben en la fiebre y cuando la mano se aturde, doblan el papel hasta lo indecible y lo arrojan a la calle. Esos si conocen la química difícil de la espera.

Bienvenidos los que llegan envueltos en revelaciones sorprendentes y dan cuenta de las buenas nuevas; las imprimen en las paredes de los ministerios, en los baños de los museos y en la frente de los que nunca escuchan nada.

Bienvenidos los poetas de barrio, los músicos de café, los filósofos del cordón de la vereda.

Bienvenidos los sabios del silencio, los especialistas del desconcierto, los dogmáticos del júbilo, las abanderadas del amanecer y las madres de la noche y las muchachas que saltan sobre las costillas del tedio.

Bienvenidos los que traen los peces, los vinos y los panes.
Bienvenidos los que aman. Bienvenidos los que sufren.
Bienvenidos todos, porque cada llegada,
fija en esta casa un corazón luminoso y esta rotunda melancolía ingobernable.

MANIFIESTO SIBARITA

Lechuga no. Ni escarola ni berro ni cosa verde que salga de la tierra. ¡Esa es comida de caballos!

Tampoco pájaros. Ellos son nacidos para mostrar el prodigio del vuelo. Salvo la perdiz. No hace cosa alguna y es mejor servida en escabeche.

Pescado sí. También frutos de mar.
Son bocado del marino.
Atracón del pirata.
Dentellada del náufrago.

Tomate por supuesto, es deleite americano.
Bartolomé de las Casas lo juzgó la manzana prohibida.
¡Sus jugos son el aplauso del diablo!

¿Y las pastas, las tortillas, las paellas?
¡Estas son comidas de tumulto!

Y todo regado con buen vino.
¡Yo quiero una flota de uvas marineras!

¿Y las papas, las cebollas, los pimientos,
librando una danza que fosforece en las cazuelas?

¿Y los pollos dorados y los patos en naranja? ¡Oh!
¿Y las cacerolas con sus mínimos conejos?
¿Y las nostálgicas vacas 
y los cerdos roncadores santificando las parrillas?

¡Que los embutidos no se duerman!
¡Son los señores de la pólvora en la guerra de las bocas!

¿Y los quesos? ¡Ah los quesos! ¡Picantes, generosos, inmortales,
embebidos en coñac y salpicados con granos de pimienta negra!

¡El queso es el pan de los héroes!

Y todo regado con buen vino.
¡Yo quiero una flota de uvas marineras!

El alcaucil es verde pero es una excepción.
¡Su corazón es el tobogán de la saliva!

También la albahaca es verde pero es la reina del aroma
y en bodas con el ajo dan goce tan alto que el paladar
es un cielo surcado por los pechos voladores
de la mujer voladora más hermosa.

¿Y la aceituna que descarozada y con morrones
hacen de la lengua una catedral?
¡Oh, aceituna, portadora del aceite bueno!

Luego el guiso.
El guiso es la comunión de todas las cosas.
El rito mayor de las fogatas.
El guiso es la peregrinación de los sabores
concentrados en la plaza mayor de cada boca.

Y todo regado con buen vino.
¡Yo quiero una flota de uvas marineras!

La cocina es la sala de ensayo del poeta.
La ocurrencia del payaso.
El tanteo del mago.
¡La cocina es el telescopio de Copérnico!

¡Ocupemos las cocinas del mundo
y hagamos la revolución de las comidas
para desterrar al hambre definitivamente
y que ni uno solo falte en esta mesa!

Y todo regado con buen vino.
¡Yo quiero una flota de uvas marineras!



HUGO TOSCADARAY

INDAGACIONES SOBRE LA PATRIA


Entonces primero, la patria fue un papel en blanco.
Pero ese papel ¿Cómo fue colmado?
¿Quiénes hicieron la patria con palabras?

¿Fue Mansilla entre las chuzas? ¿O Ascasubi, conversando con el diablo? Esto último es posible.
¿Fue Sarmiento, entreverado en las tormentas?
¿O acaso Hernández, con su guitarra de polvo?

¿Fue Arlt desesperado, en ese gran hospicio que erigió su corazón?
¿O Agüero, allá, empapado en las aguas del Conlara, henchido de sol junto a su amado algarrobo?

¿Y Raúl? (lo llamo por su nombre, como se llama por su nombre al padre)

¿Fue Juanele, tan finito él y tan gruesa la huella de su alma?
¿O acaso Borges, el que todo lo veía; el solo que se hizo muchedumbre?
¿Y Ramponi, altísimo en las piedras? ¿Y Urondo y Conti, asesinados?
¿Fue Cortázar desde lejos, que supo ver tan cerca?
¿O De Lellis, atravesando los arrabales del vino y sus desolaciones?

¿Fue Molina, en su galápago dorado, fundando terraplenes por la selva?
¿Y Orozco y Pizarnik? ¿Y Pedroni, fecundo en los talleres?
¿Acaso fue Yupanqui, montado en un caballo que nunca termina de caer, que jamás caerá definitivo?

¿Y Discepolín? ¡Ay Discepolín, con sus bolsillos de dolor amontonado!
¿Y las pupilas de Hudson, cabalgando hacia el olvido?
¿Y mis amigos, que pierden el tiempo en  las cantinas, para ganar un abrazo o el poema?

Tal vez a la patria la escribió aquel hombre, anónimo, callado;
que bebió un trago de ginebra en el boliche, limpió el bigote
con el puño gastado de la camisa, llegó a su casa, se acostó en su cama y soñó. Soñó que era un poeta que llenaba de patria un papelito.



domingo, 23 de septiembre de 2012

EL HOMBRE AVESTRUZ

El hombre avestruz habita las ciudades, grandes o pequeñas. Se alimenta de programas televisivos, de la farándula, periodísticos o deportivos. Su juego preferido es la indiferencia. Tras años de práctica se especializa en el cinismo y la mala leche. Disfruta formando una familia que no disfruta porque la constituye para no quedarse solo.
El hombre avestruz acumula y traga. Acumula pertenencias sin las que piensa que no podría vivir, y no vive. Traga lo que está en el mercado, todo, no importa si le gusta porque la cosa es tragar.
El hombre avestruz es un gran simulador. Simula que le importan los demás que por supuesto no le importan. Simula que por lo que tiene es por lo que vale. Y en tanto simulacro se pierde y nunca se entera quién es realmente.
El hombre avestruz es piadoso y fetichista. El fetichismo lo distrae de sus propias miserias; la fe lo disculpa de ellas.
El hombre avestruz anda por la vida sin vivirla porque vivir lo obligaría a mirar al otro a los ojos y tiene miedo de lo que puede encontrar.
El hombre avestruz tiene miedo, siempre, de todo, porque en el miedo está su amparo.




SEGURO PARA RECUERDOS

Las Compañías aseguradoras podrían aumentar sus ingresos, nada flacos, incorporando un nuevo ítem: el de asegurar los recuerdos. Debe haber una clientela expectante para este anexo. La nuestra es una sociedad enferma de consumismo, que reasegura el futuro de su automóvil, de su casa, de su lavavajillas; que reasegura el aire falso que respira, las máquinas que le asaltan la vida, la tarjeta plástica que le garantiza la armonía y la felicidad. Debe haber entonces –como decía- una clientela interesada en asegurar los recuerdos. El paso del tiempo nos enseña que hay recuerdos que ayer nos parecían tontera, pero que luego van tomando envión en ese Anfiteatro que llamamos memoria, recuerdos pequeños y lejanos que se van abriendo paso a empellones, empujando a otros recuerdos mas vanos y de pequeños y lejanos terminan siendo los mas importantes. Pero también el paso del tiempo nos demuestra que muchos de esos recuerdos no llegan a cobrar altura y son asfixiados por una multitud de recuerdos intrascendentes. Esos aparentemente pequeños, son los recuerdos que muchos estarían tentados de asegurar. Luego y para brindar un servicio de excelencia, estas mismas Compañías podrían añadir una asistencia muy útil, diría imprescindible: la de borrar ciertos recuerdos que matan a los otros recuerdos, o los lastiman, esos recuerdos hirientes que nadie, con dos dedos de frente, quisiera guardar. Aunque algunos amigos me dirían que si no fuera por esos recuerdos que duelen no habría tango ni poemas desgarrados. Pero lo bueno es que uno elegiría qué recuerdos asegurar y cuáles no. Además, para los poetas, “lo seguro”, incomoda y, a su vez, estas Compañías, rechazan a los poetas por falta de garantes. El caso es que si se pudieran asegurar los recuerdos, la clientela de estas empresas aumentaría mucho mas sus ganancias, mucho mas de lo que se puede uno imaginar. Hay gente tan ambiciosa que ni los recuerdos quiere perder y gente tan cobarde que prefiere pagar para olvidarlos. A mi no me pasa, me gusta que el Anfiteatro de mi memoria tenga variedad y que al abrir sus puertas me invada de cielo o de infierno, de llovizna o de estallido y especialmente que me provoque esa sensación de vértigo cuando algunos recuerdos queridos comienzan, lentamente, a esfumarse.