viernes, 1 de febrero de 2013

CONTRACENSURA

Esto que semeja un texto, en verdad, no es un texto sino una mujer desnuda (artimañas a las que recurrir tras la censura que me impide poner fotos) Y no es un texto porque lo que simulan ser letras y palabras, son en realidad pliegues, ínfimos, apenas perceptibles, de un cuerpo de mujer, que agrandados por una pantalla pueden leerse.

Observemos bien. Aquí por ejemplo, una pupila con su párpado apenas inclinado –la tristeza inclina- Dentro suyo podemos definir la clara línea del mar, algunos cormoranes, unas redes olvidadas. La barcaza que irrumpe no pertenece a este ojo, sino al otro, en el que es más fácil distinguir la arena adormecida.

Más abajo la leve inclinación de la nariz, y si el lector / observador es sagaz, podrá advertir el movimiento que la respiración provoca en ella.
Los labios son más notorios si húmedos, como en este caso. Luego el mentón y el cuello atravesado por una caravana de beduinos que se pierden y retornan cada vez al mismo sitio, incansablemente, como si disfrutaran la aventura de perderse.

Los pechos, ni grandes ni pequeños, caben en mis manos. Mis manos están en ellos, pero es difícil verlas, mis manos escapan de lo público, llenas de pudores.

El vientre, bueno, el vientre es el mundo, un planeta en el cual beber y alimentarse, saltar y dormir o acurrucarse hasta que mueran las tormentas.

La espalda no se ve, pero llueve mucho allí, continuamente y es feliz la lluvia que acontece en ese territorio. Tampoco las nalgas se alcanzan con el ojo, desaforadas de animales prehistóricos, de danzas tribales, de musgo perfumado.

Volviendo al frente de esta mujer desnuda, el sexo. El sexo es un pulpo o un satélite o el ariete de dios, que brilla en la oscuridad para guiar, sin duda alguna, a la murga valiente de los desconsolados.

Abajo, más abajo los muslos, esos tembladerales que resuenan en el beso y después las rodillas, como asientos para esos mismos besos, si cansados.

Al fin los pies o en el principio, porque esos pies, la traen a mí para que yo muera.