viernes, 21 de diciembre de 2012

VALERIA VENDIENDO FLORES

Valeria era una piba dulce y risueña que vendía violetas o jazmines en los bares de avenida Corrientes. Cuando la conocimos no tenía más que 5 años. Si estaba acompañado le compraba flores y si no, también y se sentaba en la mesa con nosotros y la convidábamos con un pebete grandote y alguna gaseosa. En las noches de bohemia en Buenos Aires, esto era muy común por aquellos años. Valeria empezó a crecer y a tener una linda charla, entretenida, madura para su edad tan corta. Siempre nos sorprendía con preguntas y también con afirmaciones. Pasaba el tiempo y de tan preguntona, empecé a regalarle libros. Cuando aparecía por los bares, siempre tenía yo algún libro elegido en las mesas de oferta y se lo regalaba. Todos veíamos cómo Valeria crecía y se iba convirtiendo, de a poco, en una bella adolescente y cada vez más curiosa y cada vez más lectora y más conversadora. Llegó un tiempo en que dejamos de verla. Y casi, casi la olvidamos. Mucho después, una noche cenaba con amigos en Pipo. “Ravioles, doble tuco, doble queso, como siempre”, dijo una cálida voz a mis espaldas. Giré la cabeza y vi a esa bella mujer, soberana en su belleza, con un niño en brazos y el compañero a su lado. Nos abrazamos hasta las lágrimas. Empezamos a hablar los dos al mismo tiempo y a reírnos como lo hicimos durante años  en las mesas delos bares de Av.  Corrientes. Entonces me presentó a su compañero y le pregunté el nombre del pequeño hijo. Y ella, a su vez, me preguntó cuál había sido el primer libro que yo le había regalado. Aventuré un nombre, dudando mucho y me hacía que no con la cabeza y aventuré otro y nada y otro y lejos. No acertaba con el autor y me excusé que el tiempo pasado era mucho, que la memoria se pierde con los años. Entonces me dijo: Dame el nombre del poeta que más querés con el corazón. Sonreí y le respondí enseguida: Khayyam, Omar Khayyam! Y así lo habían bautizado. Omar, el nombre del primer poeta que ella había leído en aquellas ediciones que yo le regalaba. Ella que salía cada tarde de la Villa 6 en Lugano para vender flores por las mesas, ella que se había convertido en una mujer hermosa, ella que ahora sostenía un hijo en los brazos, ella que –con la vida en contra- se había recibido de licenciada en Letras.


No hay comentarios:

Publicar un comentario