sábado, 8 de septiembre de 2012

DISTRACCIONES

Hace un tiempo soñé que vivía en el desierto. Yo no era yo, sino Hazam, y mi trabajo era desplegar espejismos. Me pagaban por desplegar un espejismo aquí, otro allá y me pagaban poco, pero era casi el único trabajo que se puede conseguir en el desierto. Así que lo hacía con entusiasmo. Oteaba el horizonte. Divisaba un bulto bamboleante allá a lo lejos e inmediatamente me aprestaba a exhibir un espejismo. Un oasis, una caravana, un poblado, un simple cántaro o una fuente luminosa, un dromedario viejo o un crinudo y joven pura sangre. Así me pasaba los días en aquel sueño que duró lo que suelen durar los buenos sueños, toda una vida. Hasta que apareció una complicación. Parece que al cabo de un tiempo me empecé a aburrir de esta situación de desparramar más o menos decentemente cuanto espejismo fuera necesario. Y tomé la costumbre, mas bien el vicio, de propagar mujeres muy bellas, quizá auto convencido de que una mujer muy bella no te quita la sed, ni el agotamiento, ni el hambre, pero si te vas a morir en mitad de la nada, que al menos sea con un espejismo que abrace. Y desperté.



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